Piensa en esos viajes que te gustaría hacer antes de morir o algo que quieras conocer… nosotros tenemos varias de esas cosas, vamos completando nuestras listas y se nos ocurren otras, nos vamos motivando permanentemente.

Una de esas experiencias en nuestra lista era ver ballenas, así que partimos rumbo a conocerlas.

Después de pasar un tiempo en Punta Arenas, salimos hacia Punta Carrera, aproximadamente una hora hacia el sur, ahí nos esperaba nuestra embarcación, una nave de 1967 llamada Forrest que se divisaba a algunos metros de la costa. Para comenzar la aventura nos subimos con maletas y todo al zodiac, ayudados por los guías mantuvimos el equilibrio para no caer al agua. Comenzaba a anochecer  y una suave lluvia se hacía sentir.

Ya en el barco, nos presentaron a la tripulación y nuestra ruta rumbo hacia el Parque Marino Francisco Coloane, pasando esa noche por el Cabo Froward, el punto más Austral de Chile y de América Continental.cabina

Las acomodaciones eran sencillas, pero muy cómodas, teníamos baño privado y calefacción. La cabina era de cuatro camas, pero habíamos reservado la habitación para dos, así que fue toda nuestra.  En el salón principal nos esperaba nuestra cena y como aperitivo un chardonnay sour, nunca había probado ese trago, realmente un buen descubrimiento y aunque estaba un poco preocupada por no marearme en el barco, esta podía ser una buena escusa. El chardonnay sour al igual que su pariente con pisco, está hecho con limón, goma y a veces le ponen huevo, sin embargo tiene menos grados alcohólicos y una mezcla precisa entre dulzura y acidez, ideal para una cena, lo importante es servirlo frío.

La primera noche por sugerencia de nuestro guía tomamos una pastilla para el mareo que daba un poco de sueño, fue absolutamente efectiva y descansamos un montón. Esto porque al no estar acostumbrados a la vida en un barco, al movimiento y los sonidos,  podría resultar un poco complejo entregarse a los brazos de Morfeo o de quien tú quieras. Como sea, dormimos tranquilos y despertamos descansados para la aventura que nos esperaba.

En Expedición Fitz Roy, donde contratamos este viaje, ofrecen todo incluido y bar abierto que incluye bebidas, con y sin alcohol, además de café e infusiones.  El desayuno, bien provisto, nos animo aun más las ansias y pronto el guía nos anuncia que vamos entrando a zona de ballenas jorobadas.

Rápidamente nos abrigamos, salimos y se desplegó ante nuestros ojos un paisaje de ensueño, la memorable visión de los canales australes aun llena de sensaciones mi cuerpo cuando lo recuerdo. El sol se filtraba entre las nubes dejando ver una cantidad de colores impresionantes, aves, mamíferos marinos, porciones de tierra con flora nativa y 10 turistas completamente sorprendidos, entre los que estábamos nosotros dos (los únicos que hablábamos español además de la tripulación).  Así que en buen inglés el guía nos relataba lo que veíamos y algunas curiosidades de la fauna local.

De pronto, ahí estaba, impactante ser vivo, 18 metros de largo, mostrando su respiradero, sumergiéndose, dejando ver su cola en el proceso. Somos los invitados en este ecosistema, ellas lo saben y danzan altaneras, exhibiéndose lentamente y prolongando el momento para conseguir una oportuna fotografía.

Sólo puedo decir que una sensación exquisita se da ante estas vivencias, un profundo agradecimiento por estar aquí, tener este privilegio y compartirlo con quien más amo…

El día pasaba rápido entre emoción y emoción, la bajada al glaciar, el whiskie con hielo milenario, los lobos marinos y focas que clamaban atención, complementado con buena conversación, rica comida, salidas al frío patagónico, el gélido viento en la cara y el cálido ambiente bajo cubierta. Todas experiencias absolutamente recomendables. Dsc_4735

Al avistar alguna ballena el barco bajaba velocidad, lo cual se percibía claramente convirtiéndose eso en la situación más esperada, tal cual perros de Pávlov, cuando sentíamos la reducción todos mirábamos por las ventanas o salíamos a cubierta. Nos contaron que cada ballena tiene una cola distinta, es como su huella digital, con esto es posible saber que individuo es y realizar un seguimiento para estudiar si aumentan o disminuyen, si tienen crías u otros temas de importancia para su conservación. Así que un pasatiempo también era revisar las fotografías para ver de cual ballena se trataba en el libro que había disponible en el barco, tenían nombres por supuesto. Debo decir (porque nos importa mucho este asunto) que la expedición es respetuosa de las ballenas, siempre mantenían la distancia necesaria o paraban las maquinas para no intervenir demasiado en el ambiente de estos fantásticos animales, a pesar que ellas parecían curiosas y a ratos se acercaban en lo que parecía un juego o a retarnos. Es imposible no acordarse de Moby Dick en esos momentos.

Pasando la segunda noche ya nos encontrábamos al final de esta travesía, el amanecer en el mar es hermoso, ya que la luz del sol rebota en las nubes y en el agua con tonos amarillos y rojos. Una hermosa vista, un suspiro y tu mano que me recibe en tierra firme.




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